viernes, 27 de febrero de 2015

PARA GANAR LA VIDA HAY QUE VIVIR




Cuaresma es una caminata, es un tiempo de tránsito, es ir de un lugar a otro. Pero, no es una caminata que se hace simplemente por caminar, es más bien un camino, un camino con  características particulares que nos lleva a un destino. Y las particularidades de ese camino hacen que nuestra caminata, más que caminata, sea más bien una preparación. Mejor dicho, mientras caminamos nos preparamos y mientras nos preparamos, caminamos. Por eso, Cuaresma es un tiempo especial. Pero, ¿para qué nos preparamos? Nos preparamos para la Pascua, nos preparamos para recibir la revelación de Dios. Es decir, preparamos nuestro corazón para que reciban de Dios el misterio de su revelación, aquella que estuvo escondida desde el principio de los siglos.

El texto de hoy, como muchos textos del Evangelio, es complejo para los no iniciados. Para entenderlo hay que confesar, como Pedro, que Jesús es el Mesías de Dios, hay que iniciarse en la fe cristiana; caso contrario, resultará espeluznante oír demandas como esta: “Si quieres salvar tu vida, tienes que perderla”. Perder la vida es morir y no creo que haya gente en el tiempo actual que esté dispuesta a morir sólo porque un pregonero ambulante así se lo demande. Por eso digo, es preciso abrazar la fe cristiana para entender la demanda de Jesús. Y ¿qué nos quiere decir Jesús hoy a través del Evangelio?

Sólo basta hacer una rápida lectura para darnos cuenta que el texto está lleno de imágenes alusivas a la muerte. Jesús les dice a sus discípulos que morirá a manos de sus autoridades religiosas, pero no sólo dice eso, a reglón seguido hace una exigencia a sus discípulos de lo más extraña: negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguirle. Si entiendo bien el texto, seguir a Jesús es durísimo. ¿Les estará pidiendo morir en la cruz como morirá él? Será algo que veremos en unos momentos.

En el texto que hemos leído Jesús anuncia su muerte. Esto no significa que andaba buscando que lo maten con el pretexto de que era el único camino para traer la salvación a la humanidad. Digo esto, porque muchos entienden que Jesús nació para morir y murió para salvarnos. Así que si no muere no salvación. Entonces, tenía que morir sí o sí. No, Jesús no andaba buscando pleito para que lo maten. Si anuncia su muerte es porque era consciente de que podía morir; era consciente de que su mensaje desencadenaba una reacción violenta en sus adversario; lo odiaban por sus actos curativos y las permanentes denuncias que hacía de los actos injustos que cometidas sus autoridades. Era consciente de que la muerte estaba a la vuelta de la esquina. Jesús no era un profeta ingenuo, tenía conciencia de que sus adversarios reaccionarían de un modo violento al punto de que esa violencia lo podría llevar a la muerte. No es que esperaba que lo mataran, pero si lo intuía.

Jesús anuncia su muerte, no con la esperanza de convencer a
sus seguidores de que venguen su muerte, sino de que “se nieguen a sí mismos”. En el tiempo de Jesús, los conflictos armados eran muy frecuentes. No faltaba por ahí un judío alucinado que soliviantara al pueblo y les hiciera creer que era posible expulsar a los romanos; y no faltaban patriotas que, entusiasmados por la iniciativa, se embarcaban en un proyecto bélico, que lo único que hacía era diezmar al pueblo. No, Jesús no quería iniciar un conflicto armado más. No estaba en sus planes echar a los romanos de Palestina. Jesús estaba en contra de la violencia. Por esta razón hizo la siguiente pregunta “¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” Jesús estaba interesado en sanar las heridas que dejaron los anteriores enfrentamientos. Restaurar los lazos familiares era su prioridad. Muchas familias habían perdido a sus seres queridos en las diferentes guerras que sufrieron. Sus familiares, confiando en la promesa de una victoria, fueron arrastrados por el iluminado hacia la muerte. Jesús no quería una muerte más.

Cuando Pedro, el discípulo de Jesús, no nuestro querido pastor Pedro, se le acercó para desanimarlo a que no recorriera el camino de la muerte, no lo hacía porque pensaba en su bienestar, ni en el de su madre o sus hermanos. No, lo hacía porque sin su liderazgo el proyecto de expulsar a los romanos se caería. Necesitaban a Jesús para que el proyecto continuara. Es decir, Pedro afirmaba la muerte como fundamento de la vida. Por esta razón, Jesús le dijo “quítate delante de mí Satanás, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en la de los hombres”

La gente violenta cree que la vida surge de la muerte. Por esa razón, están dispuestos a arrancar el mal de la manera más ignominiosa. Lo vemos en las prácticas asesinas del Estado Islámico que mata a sus enemigos en la creencia de que están haciendo el bien. Pero también lo vemos en la gente que pide a gritos la pena de muerte para librar a la sociedad de los violadores. Dios no mira como mira la gente violenta. Dios ama la vida y si la muerte lo sorprende, pues, hace surgir la vida aún desde la misma muerte. Tal es el caso de Jesús.

Como relatan los evangelios, Jesús fue muerto. La muerte de Jesús, si lo vemos a la luz de su vida y sus acciones, fue en realidad un asesinato antes que una muerte predestinada. La muerte de Jesús, en los términos que lo cree la mayoría, no es parte del plan original de Dios; es decir, no nació para morir y no murió para salvarnos. Todo lo contrario, Jesús nació para vivir y viviendo anunciar e iniciar el Reino de Dios. Todo lo que Jesús hizo fue cuando estuvo vivo y mientras vivió realizó el reino de Dios. Si Jesús murió fue porque sus adversarios así lo tramaron, los destinatarios de sus denuncias así lo concertaron, los personajes que se sintieron aludidos por la Justicia de Dios así lo decidieron. 

Visto así las cosas, la muerte de Jesús pone en evidencia la capacidad humana de auto-alienarse, es decir, de convencerse a sí mismos de que la muerte es la fuente de la vida; de que para salvarse hay que matar. Por eso mata sin ningún remordimiento; se convencen a sí mismos la violencia es partera de la historia. Lo confesaron los conspiradores cuando afirmaron que “es mejor que muera uno solo y se salve el pueblo”. Jesús no piensa igual, no hay que matar para salvarse, sino que dijo que el que no estaba dispuesto a morir, es decir, “negarse a sí mismo” o “cargar su cruz” no podía alcanzar la vida. Alienarse es llenarse de soberbia contra la voluntad de Dios. 

La muerte de Jesús pone en evidencia lo demencial que puede ser la adversidad política. Pone en evidencia el desprecio por la vida humana que algunos pueden llegar a tener, sobre todo, la vida de un ser humano humilde e indefenso que, como Jesús, no tienen más que su consecuencia ética para defenderse. La muerte de Jesús pone en evidencia lo absurdo que son las ambiciones humanas cuando éstas están preñadas de egoísmo, de ambición por el poder, de insensibilidad e indiferencia por el prójimo.

Jesús no ambicionó ni el poder ni la gloria, eso le vino como consecuencia de su integridad y su servicio. En cierta ocasión, la gente quiso coronar a Jesús como Rey y él lo rechazó. Renunció a ser Rey porque sólo quería ser un taumaturgo, un sanador de Dios. Ni siquiera quiso ser reconocido como Mesías. Mandó callar a los demonios le gritaban que era el enviado de Dios.  Jesús nunca buscó ni el poder ni la gloria. 

Cuando Jesús les pide a sus discípulos que se nieguen a sí mismos lo que les está pidiendo en realidad es que no usen la violencia como medio para alcanzar el reino de Dios. Violencia es muerte y el reino de Dios no es muerte sino vida. Anunciar el reino de Dios es darle continuidad a lo que Jesús hizo en vida: denunciar las injusticias de los poderosos, sanar a los que están enfermos que han sido expectorados del sistema, predicar que Dios ama a todos sin importar su condición, liberar a los que han caído cautivos por todo tipo de vicios. Es posible que por hacer esto algunos nos coloquemos en riesgo de muerte, como le sucedió a Jesús. Pero él nos dice esta mañana: “el que pierda su vida por mi causa y del evangelio, la salvará”. Jesús no pide a sus seguidores morir por él, más bien, pide, con su muerte, que no haya más asesinatos; que no haya más gente sufriendo por causa de la violencia. No es afirmando la muerte que surge la vida, sino todo lo contrario, la vida surge sembrando vida. Jesús es el mejor referente de Dios. ¡Él es la vida de la vida! Este es el misterio de Dios escondido desde el principio de los siglos.

sábado, 3 de mayo de 2014

APRENDIENDO A VER A JESÚS

El texto para hoy, tercer domingo después de Pascua, es Lc. 24, 13-35. En este relato, conocido como los “caminantes de Emaús”, se narran los hechos de los tres primeros días inmediatamente después de la resurrección. Jesús ha resucitado pero los discípulos no lo ven. Camina juntamente con ellos, pero no saben que es él. Les explica las Escrituras como lo hacía cuando estaba con ellos, pero su tristeza les impide reconocerlo; solo sienten un ardor en el corazón y no saben por qué. Suponen que es por el método de estudio bíblico que emplea, tan parecido al de Jesús o por la contundencia de sus conclusiones, que les recuerda la claridad teológica de su Messiah, ahora crucificado. Jesús ha resucitado y sus discípulos no lo reconocen. Aun cuando tiene un cuerpo diferente, conserva las marcas de la desmesura que sufrió. Aun cuando tiene un cuerpo resucitado conserva el mismo cuerpo injusticiado. Esto porque el resucitado es el crucificado. Los que han cambiado son sus discípulos. No sólo tienen un semblante triste y un caminar cansino, sino que llevan los brazos caídos como si estuvieran vencidos y el espíritu opaco como si estuviesen derrotados. Han perdido el gozo de saberse amados de Dios y comienzan a alejarse de Jerusalén, a distanciarse del Templo donde habita Dios. Cabe preguntar ¿qué les impide ver a Jesús? ¿Acaso no reconocen la voz de su Maestro o su método exegético para analizar las Escrituras? ¿Es posible que el Jesús resucitado sea tan diferente de aquel Jesús que les contaba parábolas? ¿Por qué no pueden reconocerlo?

Por dos veces consecutivas el texto dice que “no lo vieron”. A pesar de que conversan con él y hasta le increpan su falta de información no reconocen de quién se trata. No ver a Jesús es un grave problema para la comunidad de discípulos. No ver a Jesús pone en riesgo la continuidad de la comunidad. No ver a Jesús implica una pérdida de la fe. Y una comunidad cristiana sin fe ya no es ni comunidad ni cristiana. Esto, para una comunidad que recién comienza a formarse, sí que es un grave problema.

Dios desplegó todo su poder para resucitar a Jesús con el propósito de que los discípulos no perdieran la esperanza, de que no perdieran la fe, pero al parecer, no está logrando su propósito. Jesús ha resucitado como se los había dicho muchas veces, pero no lo recordaban, solo recordaban la desmesura de su crucifixión. Aun cuando reconocen que era un “profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y del pueblo” el impacto de esa desmesura, que significó su crucifixión, los ha dejado bloqueados por completo. No son capaces de mirar ni a Dios ni a Jesús. No miran la tumba vacía, mejor dicho, la ven, pero no creen que esté vacía. No es suficiente para ellos que la tumba esté vacía, ni suficiente les resultó el testimonio de las mujeres que confirmaron que estaba vacía. No, nada de lo que vieran u oyeran era suficiente, nada les haría salir de su aletargamiento y de su bloqueo. Estaban decididos a perder la fe.

Con mucho amor, pero con suficiente firmeza Jesús les hace ver que su actitud es una insensatez y una torpeza. Con amor pero con firmeza les conmina a no dejar que su dolor y su duelo los conduzcan por el camino de la desesperanza y ésta a la pérdida de la fe. Que si bien su crucifixión fue un crimen execrable, su resurrección es una reivindicación suprema. Con amor y con paciencia le hace un remember, un recordaris. Vuelve con ellos otra vez a las Escrituras. Vuelve con ellos otra vez para leer lo que escribieron los profetas, pero esta vez lo leen desde el hecho más maravilloso jamás realizado: la resurrección. Esta es la clave para ver a Jesús, para recuperar la visión y recuperar la fe. Cuando releen las Escrituras en clave de resurrección se produce algo maravilloso en el corazón de los discípulos: sus corazones comienzan a “arder”, sus cuerpos comienzan a erguirse, sus semblantes recuperan el gozo, sus pies los regresan a Jerusalén. Es decir, su espíritu comienza a recuperar la esperanza y la vida. Esto porque la resurrección de Jesús inicia todo un proceso de resurrecciones en todo tipo de orden. Esto porque la resurrección de Jesús hace referencia directa a la justicia de Dios y la injusticia humana.


La muerte de Jesús fue un crimen execrable, una desmesura, una injusticia. Cometer semejante crimen fue una abierta transgresión a la justicia. No me refiero a la justicia que se da en los tribunales, sino a aquella justicia que sostiene las relaciones humanas armoniosas, aquella justicia que dan soporte al orden social basado en los derechos humanos. Todos los seres humanos, como creaturas de Dios, conservan su imagen y semejanza, es decir, nacen iguales y gozan de libertad plena. Los Estados han sido constituidos para salvaguardar esa imagen de Dios de la que goza la humanidad. Atentar contra un ser humano es atentar directamente contra Dios. Por eso, la muerte injusta de cualquier ser humano no solo es una transgresión (léase pecado), sino un acto que contraviene el orden social. Eso mismo significó la muerte de Jesús.

El relato leído pone en boca de los ángeles el anuncio de la resurrección de Jesús. Es un anuncio que viene de Dios y hace referencia a su reivindicación, pero no hay que olvidar que la resurrección no se entiende sin el correlato de la crucifixión. Anunciar la resurrección es denunciar implícitamente la crucifixión. El anuncio de los ángeles, al mismo tiempo que anuncia una buena nueva, alerta de la conducta de los transgresores y los conmina a volver por el camino de la mesura, de la justicia, del orden social. El anuncio de los ángeles persuade a sus oyentes a no olvidar que la desmesura es la otra cara de la resurrección y que hacer memoria de ambas cosas garantiza que los ojos estén siempre abiertos para ver a Jesús. Fue precisamente cuando Jesús “partió” el pan que le fueron abiertos los ojos a los discípulos. Conviene recordar que el viaje exegético que hicieron por las Escrituras precedió al partimiento del pan y éste a la superación de la ceguera. El pan partido recuerda el cuerpo masacrado de Jesús: un cuerpo “resucitado” sí, pero que conserva las marcas de los clavos, las señas de los látigos y le herida en su costado abierta por una lanza punzante de un soldado romano. Fue precisamente cuando compartieron ese cuerpo injusticiado/reivindicado que desapareció de en medio de ellos. Es que ya no tenía sentido seguir ahí, ahora estaba con ellos en el pan y sus ojos lo ponían ver.

Cada vez que nos acercamos a la mesa del Señor hacemos memoria de él. Y hacer memoria de él es recordar la desmesura que padeció por anunciar las buenas nuevas del reino; hacer memoria de él es agradecer a Dios por el acto maravilloso de resucitarlo, acto que le hizo justicia él y a todas las víctimas del mundo; hacer memoria de él es recordar que no debemos olvidar de debemos hacer memoria. Solo los transgresores, los injustos y los desmemoriados se zurran en la resurrección de Jesús. Solo los transgresores, los injustos y los desmemoriados desprecian la justicia de Dios y apuestan por el olvido de los injusticiados.


lunes, 28 de abril de 2014

PARA SEGUIR CREYENDO

Hoy es el segundo domingo después de Pascua de resurrección. Es un domingo especial no solo por el hecho de que Jesús ha resucitado, sino porque los discípulos, por medio de esa resurrección, han  confirmado que son “hijos e hijas de Dios”, y si hijos, “también herederos" del Reino, como dirá años más tarde el autor de Efesios. Se supone que este hecho es suficiente razón para que la insipiente comunidad cristiana, que hasta ese momento era una pequeña comunidad de discípulos, deba estar feliz y celebrando. Pero no lo está, todo lo contrario, está escondida y atemorizada. La buena noticia de la resurrección de su Mesías no ha logrado disolver sus  fundados temores, ni ha logrado impulsarlos a asumir su rol de anunciadores de esa resurrección maravillosa. La buena noticia de la resurrección no ha hecho más que causarles temor y zozobra. 

Ceder al temor y la zozobra hubiese significado renunciar al sentido de ser iglesia porque una iglesia escondida y atemorizada que no cumple con el rol de predicar la buena noticia de la resurrección no puede llamarse iglesia. Podrá ser un club de amigos con buenas intenciones, pero no iglesia. Podrá ser una asociación de personas que no le hacen daño a nadie, pero no iglesia. Para que una comunidad de discípulos llegue a ser una iglesia ha de ser anunciadora de la buena nueva de la resurrección de Jesús. De lo que trata el texto para hoy (Lc. 20, 19-31) no es tanto de la duda de Tomás, sino del sentido de SER iglesia y de su compromiso de HACER las señales que aprendió de su Maestro. 

El temor y el encierro son dos indicadores de que muchos de los discípulos y, en especial los líderes, han perdido la fe, han perdido la orientación. No saben qué son y no saben qué hacer, y si lo saben, no están seguros de seguir siéndolo y haciéndolo. El poder desplegado por Dios para resucitar a Jesús no fue suficiente para convencer a los discípulos de que Dios tenía el control. La muerte pública de Jesús dejó en claro que el único poder real que existía en el imperio era el romano y al único soberano al que había que rendirle pleitesía era al emperador. La situación era crítica e invitaba a preguntarse ¿cómo ser discípulos o comunidad de discípulos después de la muerte pública de Jesús? Su muerte pública terminó por opacar el sentido de SER iglesia y la resurrección no logró empoderarlos al punto de impulsarlos a HACER las señales que confirmen ese insuperable acto de Dios. ¿Cuál es la salida para esta crisis?

El temor es el origen de una de las más importantes crisis de la incipiente iglesia cristiana. El temor paraliza a las personas, no las deja pensar con claridad. Tener miedo es tener “fe al revés”. Es decir, el miedo hace creer firmemente que el mal gobierna, que la maldad triunfa, que la desgracia es el destino. Tener miedo es tener confianza en el mal. La única salida para romper con el miedo es recuperar la paz que nace del amor. El evangelio de hoy nos invita a dejar de sentir miedo y comenzar a confiar en el amor de Dios. Por eso, el saludo de “Paz a vosotros” que Jesús hace a sus discípulos al entrar en la habitación en donde se encontraban escondidos, resuena como cántico angelical parecido al que escucharon los pastores de Belén. 

La paz predispone a cambiar de actitud. Persuade a desprendernos del miedo. Interpela para dejar de creer en el mal e invita a creen Dios. Pero, como toda invitación, ésta espera  por una respuesta: aceptación o rechazo. No podemos quedarnos en la incertidumbre por mucho tiempo de lo contrario el miedo nos comerá enteritos.

El relato que hemos leído no sugiere que se esté poniendo en duda la resurrección misma de Jesús, sino la conveniencia de creer en esa resurrección. Si leemos con atención podemos darnos cuenta que hay discípulos que creen en el hecho fáctico de la resurrección. Los discípulos que creyeron le dicen a Tomás, “hemos visto al Señor”. Pero Tomás responde “Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer”. Esto evidencia que el problema no está en ese hecho fáctico, sino en las implicancias políticas y religiosas de creer. Dadas las circunstancias en que murió Jesús ¿conviene creer que resucitó? ¿Estaba la comunidad de discípulos en capacidad de desafiar la autoridad romana y judía? ¿Era conveniente, política y religiosamente, asumir una posición “contestaría”? 

La muerte de Jesús había demostrado que su prédica y sus milagros no eran reconocidos como válidos y cualquier práctica similar estaba desautorizada. Insistir en ello era tomar una posición abiertamente rebelde. Sin embargo, el relato da pistas para asumir una posición de confianza y lograr salir del círculo vicioso en los que nos mete el miedo. Cuando Tomás da su famosa respuesta lo que está expresando es el mismo clamor que expresó el padre de aquel muchacho endemoniado cuando exclamó: "creo, ayuda mi incredulidad". Podemos llamarlo duda, falta de fe, temor, como sea, pero lo que Tomás expresa es un profundo deseo de seguir creyendo a pesar de que no quiere creer. Él, al igual de muchos, ha creído en el mensaje de Jesús y ha visto los milagros de Dios, sin embargo, tiene miedo de seguir creyendo porque eso le puede costar la vida como le costó a su Maestro.

Cuando Jesús desafía a Tomás a meter su mano en sus heridas  lo que está haciendo es invitarlo a confiar en que sigue siendo el mismo: tiene el mismo cuerpo, anuncia el mismo mensaje, cuenta con el mismo respaldo de Dios, es decir, sigue teniendo la misma autoridad y el mismo poder. Lo que nos enseña el Evangelio hoy es que no hay ninguna ruptura entre el Jesús antes de la cruz, el Jesús de la cruz y el Jesús después de la cruz. Lo que afirma el Evangelio hoy es que el “El resucitado es el crucificado”. En resumen, lo que proclama el Evangelio hoy es que Dios sigue siendo Dios y sigue respaldando a Jesús. Proclama también que Jesús sigue acompañando a su iglesia y que por esa razón no hay por qué sentir miedo. Pablo lo dijo de la siguiente manera: “Si Dios es por nosotros, quién contra nosotros”.

La iglesia de Jesús es una iglesia convencida del poder de Dios; es una iglesia que confía en que Dios ha vencido al mal; es una iglesia que cree en la resurrección de Jesús, pero sobre todo, es una iglesia que cree en la conveniencia de seguir creyendo en la resurrección a pesar de las circunstancias adversas. Es una iglesia que anuncia el triunfo definitivo de Dios por medio de esa resurrección. Si somos iglesia de Jesús, salgamos al mundo a gritar las buenas nuevas del Evangelio y veremos las maravillas que Dios hace en medio nuestro.

viernes, 11 de abril de 2014

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE PARTICIPACIÓN CIUDADANA?


Hay varios tipos de participación. Están los institucionalizados y los no institucionalizados. Entre los primeros están todos aquellos mecanismos que han sido formalizados por leyes y normas. Entre los segundos, aquellas acciones mediadas por mecanismos de diálogo con autoridades: incidencia o cabildeos –promovidas generalmente por las ONGs o plataformas de organizaciones-  y por aquella en la que los ciudadanos obligan a las autoridades a tomar determinadas decisiones. Es la participación conflictiva.
La participación supone dos premisas innegociables: organización y ciudadanía. Este tipo de participación genera estabilidad, evita conflictos y garantizan la gobernabilidad democrática. De lo que se trata, entonces, es de participar organizada y ciudadanamente y no simplemente protestar o ser parte de movimientos sociales. Es decir, no se trata de participar en protestas o movilizaciones callejeras impulsadas por la indignación; o en  jornadas electorales para elegir autoridades nacionales, regionales y locales; o participar en manifestaciones sociales con cierto tufillo violentista. De lo que se trata es de participar sí, pero organizada y ciudadanamente. La participación organizada ayuda a mejorar la calidad de las decisiones públicas, acerca la atención del Estado a la población de manera más directa. Es decir, la participación organizada resulta dando soporte al gobierno de turno.
El elemento que quiero destacar de la participación organizada es su dimensión ciudadana. Aquí la ciudadanía supone pertenencia e identidad. Un sujeto social es ciudadano cuando se siente parte de una determinada comunidad y cuando siente que la comunidad le pertenece. Solo en esa relación de mutua pertenencia se puede decir que se adquiere status de ciudadano, de ciudadanía. La pertenencia, al mismo tiempo que da sentido, ofrece identidad. Los ciudadanos saben que pertenecen a una determinada comunidad porque existen características específicas que los identifican. Nace así la identidad cultural, religiosa, social, política. En resumen, sin pertenencia no hay identidad y sin identidad no existe compromiso social y político que es la expresión objetiva de la ciudadanía.
La participación organizada de ciudadanos supone personas capacitadas, comprometidas, con talante democrático, dialogantes, planificadoras, gestoras, entre otras virtudes. Pero también supone, debate, polémica y a veces conflicto. Es decir, la participación organizada de ciudadanos supone procesos políticos que tienen su propio tiempo.

Destacar la ciudadanía de la participación es muy importante. No basta con hablar de participación u organiza-ción, es imprescindible que la participación sea de ciudadanos organiza-dos. Fujimori, por ejem-plo, promovió la partici-pación y la organización pero no la ciudadanía. Lo que obtuvo fue “pobres” organizados para recibir las donaciones que su voluntad política lo determinaba. Participación organizada sin ciudadanía es clientelismo político. La Izquierda Unida, por su parte, aportó a la gestión pública su relación directa con las organizaciones sociales y los incorporó en la toma de decisiones y en la gestión de su gobierno. Después de Fujimori lo que quedó son organizaciones sociales debilitadas  que se orientan por la “demanda” social, legitimando de esta manera la visión empresarial del Estado y profundizando la abdicación de su rol planificador y creador de propuestas de políticas públicas.

¿Qué hay de vendible de la gestión de Susana Villarán?

Lo vendible de la gestión de la Confluencia por Lima que encabeza la c. Susana es precisamente aquel aporte que la Izquierda Unida hizo a la política peruana y a la gestión pública: a) la participación organizada de ciudadanos, b) la institucionalización de los mecanismos de participación.
En la actual gestión se ha visto el esfuerzo por institucionalizar los mecanismos de participación ciudadana. Para tal efecto, se han dictado normas que la garantizan cuya consecuencia directa ha sido el fortalecimiento de su institucionalidad. Sin embargo, este avance sigue siendo insuficiente. En la actualidad se cuenta con diversos mecanismos participativos como el Presupuesto Participativo, el Plan Regional de Desarrollo Concertado, el Sistema Metropolitano de Política de Juventud y actualmente el CODEL. Forma parte de esa estructura institucionalizada el RUOS y el RUOJ. Pero lo que está quedando débil son los mecanismos para organizar a la población, los mecanismos de capacitación y los mecanismos de comunicación. 

“Respeta Barrio” como mecanismo de organización vecinal

Uno de los programas que ayuda a organizar a la población del Cercado de Lima es “Respeta Barrio”. Este programa promueve la organización vecinal desde la óptica de la seguridad ciudadana cuyo fin es prevenir los efectos de la violencia social. El Programa convoca a los vecinos y vecinas a las asambleas, facilita la elección de sus representantes, capacita a sus líderes, asesora técnica y políticamente en sus acciones y acompaña sus procesos de gestión ante las autoridades locales. Que la Municipalidad convoque y facilite la asamblea de elecciones y luego se constituya en un veedor del desarrollo de sus actividades, resulta siendo fundamental para que los vecinos y vecinas apuesten por la organización.
Fuera de este Programa no conozco otro que cumpla estas funciones. En tal sentido, existen escasos programas de este tipo y una débil estrategia para promocionarlos. Hace falta crear más programas que no solo promuevan la participación ciudadana sino que ayuden a la población a organizarse, es decir, que ayuden a crear organizaciones vecinales con un profundo sentido de ciudadanía. Creados estos programas estaría pendiente su institucionalización, es decir, crear un paquete de normas que le den soporte jurídico.
Escuelas descentralizadas de Capacitación
Alrededor del programa “Respeta Barrio” está la Escuela de Líderes “Respeta Barrio” que tiene la función de desarrollar capacidades y promover nuevos liderazgos. Así como esta Escuela existen otras como “Barrio Mío”, “Lima Participa”, entre otros. Otra vez, lo que está pendiente es institucionalizar estos mecanismos de desarrollo de capacidades. Se precisa la creación de una sola entidad que esté encargada de desarrollar las capacidades de los líderes. Esto puede hacerse a través de una sola Escuela o de una Escuela Metropolitana descentralizada.
Gerencia de Comunicaciones
Otro de los espacios vacíos que hay que llenar es aquel que tienen que ver con los mecanismos de comunicación. La comunicación en su estructura básica supone un emisor, un mensaje y un receptor. Y el circuito de la comunicación supone intermitencias, es decir, en una comunicación fluida el emisor hace las veces de receptor y el receptor de emisor. Solo así el mensaje es capaz de construir ciudadanía. En la MML existen varios mecanismos de comunicación desde los más simples a los más complejos: buzón de sugerencias, stand de atención al ciudadano, líneas telefónicas para recibir quejas por la mala atención de funcionarios públicos, “Susana Responde”  (cuenta de twitter) atención directa en las Casas Vecinales, entre otros. Sin embargo, hace falta unificar todos estos mecanismos de comunicación. Esta unificación se puede dar a través de una Gerencia de Comunicaciones que se encargue elaborar un Plan Comunicacional Institucional, estrategias comunicacionales y de proponer políticas públicas con contenido comunicacional. Esta entidad puede incluir entre sus acciones mecanismos de información sobre las actividades desarrolladas por la MML.

sábado, 8 de junio de 2013

EL COMPROMISO SOCIAL: La clave para vivir el reino de Dios

Todo proyecto en sus inicios es complejo y azaroso
Todo comienzo es difícil. No importa si se tiene mucha o poca experiencia o si se es novato, todo proyecto en sus inicios es complejo y azaroso. Jesús, al igual que cualquiera de los mortales, no estuvo exento de aquellas dificultades iniciales. Su audiencia era exigente. Exigía, más que promesas, cumplimiento de esas promesas. Exigía más que trabajo, veracidad de sus rabinos y compromiso de sus profetas. Antes de Jesús, muchos de sus líderes –sociales, políticos y religiosos-, llevaron al pueblo por caminos desastrosos y les hicieron perder la confianza aunque no la esperanza. Por eso, era clave para Jesús comenzar su ministerio diciendo algo atractivo y al mismo tiempo algo convincente, de lo contrario su ministerio corría el riesgo de nunca despegar.

Según el evangelio de Marcos, Jesús, después de ser bautizado por Juan y de regresar del desierto fortalecido por el Espíritu, inició su ministerio “predicando el evangelio del reino de Dios” (v. 14). Para que este dato sea colocado como señal del comienzo del ministerio de Jesús es porque el autor lo consideró in extremis relevante. ¡Y vaya que lo era! Sólo en Mr. el término “reino de Dios” aparece 20 veces y en los evangelios sinópticos 121 veces. 

El reino de Dios era tan importante para Jesús que hasta podríamos decir que era de lo único de lo que hablaba. Lo proclamó en todos los foros, ante todos los públicos, usando un sin números de formas creativas. Cada vez que Jesús hablaba del reino su audiencia iba en aumento. Es que el reino de Dios no sólo era importante para Jesús, lo era también para sus oyentes; de la misma manera que lo era para el autor del evangelio de Marcos y sus lectores. Pero, el reino de Dios no sólo despertaba expectativas en los oyentes/lectores también provocaba temor y en ocasiones la muerte. 

Ante eso cabe preguntarse ¿por qué fascinaba tanto hablar/escuchar del reino de Dios? ¿Qué era lo que atraía y al mismo tiempo causaba temor?

 Jesús y el reino de Dios

Aun cuando el reino de Dios fue muy importante para Jesús y estuvo siempre presente en su mensaje, sin embargo, nunca intentó una definición definitiva, parecía como que andaba tentando una. En ninguna parte de los evangelios se puede leer una definición acabada del reino, siempre se le presenta como en construcción. Esto se puede entender de dos maneras: 1) que Jesús sí sabía que existía una definición pero disentía con ella y buscaba subvertirla para proponer otra 2) o que Jesús no tenía ni idea de su significado y especulaba. Sobre este punto existe mucha discusión al respecto, discusión que no pretendo abordar en este espacio. Pero una cosa está clara, aun cuando Jesús no intentó una definición definitiva sobre el reino, sin embargo, se esforzó por iluminar su significado. Sus frases favoritas fueron: “el reino de Dios es semejante a…”, “el reino de Dios es como…”
¿No les llama la atención que un tema tan importante como el reino de Dios no tenga una definición definitiva? ¿Qué buscaba Jesús con comparar el reino y no definirlo? ¿Sabía Jesús su significado o sólo especulaba? El evangelio de Lc. nos dice que “Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea” (4,14) y en el evangelio de Mr. hemos leído que es en Galilea donde “comenzó a predicar” -otras versiones lo traducen como “proclamar” o “anunciar”-. Jesús no podía “predicar”, “proclamar” o “anunciar” el reino si primero no lo “des-cubría”, es decir, si primero no quitaba aquello que cubría u ocultaba su sentido. Jesús tenía que des-cubir primero su sentido para luego proclamarlo. Pero para que esto sucediera Jesús tenía que ser “des-cubierto” primero por él. Todos tenemos que seguir el mismo camino si queremos anunciar el reino de Dios: des-cubrirlo y ser des-cubiertos por él, no existe otra forma.

Intentar una definición teórica-filosófica con un público compuesto mayoritariamente por campesinos y gente analfabeta no sólo no tenía sentido, sino que era demasiado complicado. Por eso, Jesús prefirió hablarles del reino en parábolas, en metáforas, en alegorías. Las imágenes que usó eran poderosas, vivas y, sobre todo, eran conocidas por sus oyentes. Mediante esas imágenes Jesús buscó iluminar su sentido último y al mismo tiempo les daba pistas para que pudieran descubrir por ellos mismos el sentido del reino de Dios.

Si Jesús no intentó una definición definitiva del reino no fue porque no lo sabía ¡claro que lo sabía! Esa aparente indefinición escondía un propósito pedagógico: buscaba que cada uno de sus oyentes lo descubriera por sí mismo para que luego lo anunciara. Y es que el reino de Dios es un proceso: primero se des-cubre, luego se anuncia y junto a ello se construye. Bueno, hasta aquí todo bien, pero nos queda una pregunta más ¿cómo se des-cubre el reino de Dios? ¿Cómo se deja uno des-cubrir por él? ¿Cuál es la clave que desata todo el proceso de ese mutuo des-cubrimiento? Hay buenas noticias. ¡¡Existe una clave secreta!! Esa clave secreta se llama COMPROMISO, y más específicamente compromiso social.

La clave: el compromiso social
 
Sí, el compromiso social es la clave para des-cubrir el sentido último del reino de Dios al mismo tiempo que es la clave para que éste des-cubra el sentido último de la identidad cristiana. Es mediante el compromiso social que se puede llegar a des-cubrir el reino así como ser des-cubiertos por él. Este es el poder del compromiso social: genera un mutuo des-cubrimiento, produce seguridad para anunciar el reino y potencia las convicciones para construirlo. Sin compromiso social es imposible colocarnos en el inicio del proceso y mucho menos vivir auténticamente el reino de Dios. Si se quiere saber/conocer el auténtico significado del reino de Dios primero hay lograr un auténtico compromiso social.

Jesús es el mejor ejemplo del auténtico compromiso social. Él no eligió comprometerse con el templo, ni eligió comprometerse con la doctrina de los fariseos o maestros de la ley, es decir, no eligió un compromiso eclesiástico, ni un compromiso legal y político. Tampoco eligió comprometerse con los ritos culticos ni la casta de sacerdotes, es decir, no eligió comprometerse con el poder religioso. Es más, Jesús ni siquiera eligió comprometerse con el poder, todo lo contrario, eligió comprometerse con el no-poder. Él eligió comprometerse con los pobres, con los marginados, con los que sufrían injusticias; se comprometió con los que amaban a Dios y a quien Dios amaba. Fueron los pobres los que, precisamente, hicieron que Jesús des-cubriera el reino y al des-cubrir su reino des-cubrió también a su Dios al que llamó Padre. Pero, fue el reino de Dios el que lo des-cubrió primero a él e hizo que se comprometiera con los pobres y marginados de su sociedad.

El compromiso social exige salirse de uno mismo y colocarse en el lugar del otro (de los otros), exige vaciarse de los egoísmos y llenarse de compasión, exige renunciar a los prejuicios que dividen y disponerse a construir relaciones nuevas de amor y confianza. Sólo si se opta por la radicalidad del compromiso social es que Dios se revelará y revelará el sentido último de su reino que es amor y justicia.

Entonces, el compromiso social es una opción. Es decir, no estamos obligados a elegirlo, pero, si queremos des-cubrir, anunciar y construir el reino de Dios no tenemos otra alternativa, es el único camino que nos enseñó Jesús. Por otra parte, el compromiso social brinda el espacio para pensar/sentir a Dios de otra manera, es decir “ubica” al cristiano en un lugar preferencial para recibir una revelación renovada de Dios. Él ya no es más el Dios que habita en los templos materiales y que está pendiente que nuestra conducta moral sea intachable. Ahora es el Dios que interpela a través de los pobres y que demanda trabajar por la justicia. Por último, el compromiso social marca la ruta por el que debe transitar la iglesia. El compromiso social nos señala el camino que sigue el reino de Dios.

¿Qué hacer?

No es difícil saber lo que queda por hacer. La pregunta más bien sería ¿quiero realmente que Dios me revele el sentido de su reino? Si la respuesta es afirmativa la siguiente pregunta sería ¿dónde ubico mi compromiso social? Creo, sinceramente, que esta pregunta tampoco será difícil de responderla. Existen muchos lugares donde ubicar nuestro compromiso social. Sólo basta con leer los diarios o mirar los noticieros para darnos cuenta del espiral de violencia en el que ha caído la sociedad; o caminar por las calles nocturnas de Lima para ver el grado de deshumanización al que nos ha sometido el sistema capitalista y consumista. Es lamentable encontrar a ancianos sin hogar; niños y niñas “pirañas” que sobreviven a duras penas; adolescentes prostituyéndose por un pedazo de pan; jóvenes robando para drogarse y así cubrir su dolor. Todo esto envuelto en el manto de la corrupción política, la ambición desmedida de las empresas, la indiferencia social y los fundamentalismos religiosos.
 
O si lo prefieren, basta con ponerse en contacto con aquellas instituciones que solicitan voluntarios para apoyar campañas por la defensa de los derechos humanos, los derechos de los animales, los derechos del planeta.

Es decir, existen muchos lugares donde ubicar el compromiso social, sólo hay que estar dispuestos a amar a Dios y al prójimo por sobre todas las cosas; sólo hay que estar dispuestos a no renunciar a la capacidad de indignación, a desear intensamente que se cumpla aquella vieja, pero aún vigente oración de Jesús: vénganos tu reino. Cuando deseemos intensamente la llegada del reino lo haremos porque amamos a los que sufren, a los marginados, a los despreciados y porque nos encontramos trabajando por la justicia y los derechos humanos. Sólo en medio de tales circunstancias responderemos, desde el fondo de nuestras entrañas ¡Sí, ven, Señor Jesús!

Conclusión

A modo de conclusión diremos que el reino de Dios, es para Jesús, el centro de su vida y su mensaje, no hizo ni dijo nada que no sea sobre ese reino y ese Dios. No lo aprendió teóricamente entre los rabinos de su tiempo, sino que lo aprendió por medio de la experiencia, es decir, mediante el compromiso social. Fue en medio de los pobres que el reino de Dios se le hizo real y realizable. Fue en medio de los pobres que lo des-cubrió y fue des-cubierto por él y luego lo anunció. En otras palabras, el reino de Dios nace de los pobres y va hacia los pobres rozando la mano de Dios.

sábado, 9 de marzo de 2013

8 DE MARZO. Nada que celebrar

Hoy 8 de Marzo es un día especial. Es especial no porque se trate de mujeres, sino porque se trata de derechos humanos de mujeres; se trata de crear mejores condiciones sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas para las mujeres. Es especial porque es una oportunidad para revisar las relaciones de poder en nuestra vida cotidiana, aquellas que se suelen construir con la prepotencia de quien se siente superior a la mujer por ser macho. Es especial porque permite auscultar las relaciones sociales asimétricas que aún existen entre los géneros, entre hombres y mujeres, pero también  intragénero, es decir, entre las mismas mujeres y entre los mismos hombres. Además, porque nos permite pensar en las posibilidades existentes para cambiar aquellos que sigue causando daño.

El Día Internacional de la Mujer no es un día para celebrar, ni para festejar porque no es una fiesta. Es, sobre todo y principalmente, un día de homenaje y conmemoración. El Mercado quiere que el Día Internacional de la Mujer se vuelva un intercambio comercial en donde abunden los saludos y regalos "femeninos" olvidando que el origen de este día es reivindicación de derechos, de los derechos de las mujeres trabajadoras y explotadas. El Mercado quiere hacernos creer que es un día de fiesta y que lo que hay que festejar son los roles tradicionales de las mujeres. Al Mercado no le interesa homenajearlas porque insiste en negarles sus derechos laborales.
En tal sentido, si es un día reivindicador no hay nada qué celebrar. 

El Día Internacional de la Mujer es un día de homenaje, un día de conmemoración. Se rinde homenaje a todas aquellas mujeres que lucharon para defender su dignidad, su valía, su ciudadanía. Conmemoramos a todas aquellas mujeres que perdieron la vida en el proceso de hacerse visibles como sujetos de derechos, a todas aquellas valientes luchadoras de todos los tiempos que, venciendo sus temores y sus complejos, entregaron su vida para conquistar su derecho de ser personas, mujeres y ciudadanas. Si hoy sigue vigente esta conmemoración es porque hay mucho por seguir haciendo.

Las estadísticas hacen notar que se ha conseguido mejorar las condiciones de las mujeres; sin embargo, aún persisten: el feminicidio, la trata de mujeres, el abuso sexual infantil, el acoso sexual en las calles y en los centros laborales, los bajos sueldos, los chistes sexistas, el bullying político, el acoso político, la negación de su derecho a decidir sobre su sexualidad, sobre su cuerpo, la negación de su derecho a estudiar, a ordenarse para administrar los sacramentos, a participar en política en igualdad de condiciones, a no casarse con quien no quieran y a no ser privadas de su placer sexual por la abusiva y misógina práctica de la ablación del clítoris.


El Día de la Mujer no debe ser pensado como un día solo de y para mujeres, sino también como un día reflexión de las conductas y actitudes machistas. Sí, porque el machismo es  el problema que debe -o debería- entrar en cuestión cada 8 de Marzo. Por tal razón, el Día de la Mujer es un día especial, porque se rinde homenaje, se conmemora, se reflexiona y se cuestiona la raíz del problema: el machismo y la creación de redes asimétricas de poder. Desde aquí un saludo en su día, que también es mi día, con el agradecimiento por hacerme cada vez mejor persona.

miércoles, 23 de mayo de 2012

CELEBREMOS EL DÍA DE PENTECOSTÉS

Según el calendario litúrgico el Día de la Ascención es aquella fiesta que la iglesia cristiana celebra cuarenta días después del domingo de resurrección. En ese día se conmemora la subida de Jesús a la presencia de su Padre tras anunciar a sus discípulos que enviaría al Espíritu Santo. Diez días después se dio cumplimiento a esa promesa. El Espíritu llegó como el "estruendo de un viento recio" (Hch. 2,2) cincuenta días después de la Pascua. Desde aquella fecha la iglesia lo celebra como el domingo de Pentecostés conmemorando así su nacimiento. En muchas iglesias evangélicas estas dos celebraciones pasan desapercibidas o no tienen la misma atención como aquellos dos acontecimientos igualmente trascendentes de la historia de la Salvación: la Navidad (su nacimiento) y la Pascua (su muerte y su resurrección).

Con la llegada del Espíritu Cristo fundó la Iglesia y marcó su carácter para siempre. El teólogo español José Ignacio Gonzáles Faus afirma que "la primera iglesia es el Espíritu Santo" porque "universaliza el cuerpo del Resucitado" y crea "céludas de vida" que son la señal de la presencia de Cristo en el mundo. Por su parte el profesor Juan Stam dice que "el Pentecostés, según el capítulo 2, ocurrió en tres momentos. En primer lugar, experimentaron los poderosos dones del Espíritu Santo (Hch 2:1-13). En segundo lugar, Pedro proclamó el evangelio con un mensaje profundamente bíblico (2:14-41). En tercer lugar, una comunidad transformada practicó el evangelio en todas sus consecuencias (2:42-47)". 

En ese sentido, el Día de Pentecostés antes que FUEGO es FIESTA, es decir, no recordamos las lenguas de fuego que aparecieron repartidas en las cabezas de los discípulos, sino que celebramos el carácter universal del amor de Padre y su mensaje creador de vida. Así nos lo deja saber el sermón de Pedro. Él no predicó sobre las lenguas ni sobre el Espíritu Santo, sino sobre el señorío de Jesucristo. Dijo que Jesús está sentado a la diestra de Dios Padre (2,33) y que Dios lo hizo Señor y Cristo (2,36). Pero, no sólo eso, sino que arremetió contra su público acusándolos de asesinos (2,36). Pedro lleno del Espíritu defendió la vida sobre la muerte, denunció a los facinerosos y hacedores de mal y con su predicación creó "células de vida" que se multiplicaron con la predicación de los conversos universalizando así al Resucitado. Juan Stam está convencido que "el don de lenguas aquel día significaba que de ahí en adelante la iglesia entera estaría llamada a ser una comunidad profética en medio de las naciones (2,9-11).

La iglesia nació como comunidad profética y como tal le era necesario y urgente el poder del Espíritu para cumplir su misión: comunicar el mensaje del Evangelio de Dios a los pobres en un mundo donde los pobres no eran tomados en cuenta. El Evangelio de Dios ponía en riesgo la vida de sus mensajeros porque cuestionaba a el orden social establecido, la justicia jurídica reconocida y a sus dioses que legitimaban la ley y el orden. Este evangelio, en definitiva, era revolucionario y tuvo un costo en vidas humanas muy alto. La historia de la iglesia da cuenta de los mártires que cayeron por anunciar este evangelio.

En Hch.1,8 dice: "recibiréis PODER (dúnamis)...[d]el Espíritu Santo y me seréis TESTIGOS (mártus)". La iglesia, siendo que estaba en una etapa embrionaria y sintiéndose heredera de un mensaje revolucionario, le era necesario y urgente la asistencia del Espíritu. La importancia para una iglesia embrionaria y revolucionaria de recibir poder, en un contexto de persecución, radica en la confirmación de la presencia de Dios en ella. El apóstol Pablo va a decir "si Dios con nosotros quién contra nosotros". Los milagros y todas las señales que siguieron a una iglesia naciente confirman que el Dios de Jesús, esta vez a través de su Espíritu, seguía con ellos y que su promesa de vida digna para los pobres seguía vigente. 

El mensaje de Jesús fue radical y revolucionario y por esa razón lo mataron. Del mismo modo, la iglesia sería perseguida por su radicalidad y dimensión contestataria. Decir que Jesús era el Kyrios de Dios en un contexto político donde el César era el único Kyrios, era radical y revolucionario. Decir que el Logos se hizo carne (y todo lo que eso implica para la mentalidad griega y judía), no sólo es locura y tropiezo, sino también radical y revolucionario. Decir que Dios es nuestro Padre, que las prostitutas y los pobres entrarán primero al reino de Dios era radical y revolucionario. Por su mensaje radical y revolucionario persiguieron a los cristianos y pretendieron destruir a la iglesia embrionaria. Para resistir tal persecución era necesario el PODER que reposó en Jesús. Para mantener la fe y la esperanza en medio de esa persecución era necesario confirmar una y otra vez que Dios estaba con ellos. Los milagros y las señales daban esa seguridad.

Alguien podría pregunta ¿y las lenguas, dónde quedan? Las lenguas se justifican para señalar el nacimiento de la iglesia tanto en su versión judía (Hch. 2) como en su versión no judía (Hch. 10). Luego de eso, las lenguas pasaron a ser una manifestación de un don específico. En pentecostés el tema de fondo no son las lenguas, sino el poder de construir una iglesia desde abajo, desde los márgenes. En ese sentido, lo que el Espíritu dice a la iglesia de hoy es que Dios construye su Justicia de abajo para arriba; que construye su Justicia desde la "sin-razón" en contra de la razón empoderada, desde el "no-poder" en contra del poder establecido. Entonces, los que no-tienen-poder recibirán poder para establecer su reino y su justicia aquí y ahora.