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Todo proyecto en sus inicios es complejo y azaroso |
Todo comienzo es difícil. No importa si se tiene mucha o poca experiencia o si se es novato, todo proyecto en sus inicios es complejo y azaroso. Jesús, al igual que cualquiera de los mortales, no estuvo exento de aquellas dificultades iniciales. Su audiencia era exigente. Exigía, más que promesas, cumplimiento de esas promesas. Exigía más que trabajo, veracidad de sus rabinos y compromiso de sus profetas. Antes de Jesús, muchos de sus líderes –sociales, políticos y religiosos-, llevaron al pueblo por caminos desastrosos y les hicieron perder la confianza aunque no la esperanza. Por eso, era clave para Jesús comenzar su ministerio diciendo algo atractivo y al mismo tiempo algo convincente, de lo contrario su ministerio corría el riesgo de nunca despegar.
Según el evangelio de Marcos, Jesús, después de ser bautizado por Juan y de regresar del desierto fortalecido por el Espíritu, inició su ministerio “predicando el evangelio del reino de Dios” (v. 14). Para que este dato sea colocado como señal del comienzo del ministerio de Jesús es porque el autor lo consideró in extremis relevante. ¡Y vaya que lo era! Sólo en Mr. el término “reino de Dios” aparece 20 veces y en los evangelios sinópticos 121 veces.
El reino de Dios era tan importante para Jesús que hasta podríamos decir que era de lo único de lo que hablaba. Lo proclamó en todos los foros, ante todos los públicos, usando un sin números de formas creativas. Cada vez que Jesús hablaba del reino su audiencia iba en aumento. Es que el reino de Dios no sólo era importante para Jesús, lo era también para sus oyentes; de la misma manera que lo era para el autor del evangelio de Marcos y sus lectores. Pero, el reino de Dios no sólo despertaba expectativas en los oyentes/lectores también provocaba temor y en ocasiones la muerte.
Ante eso cabe preguntarse ¿por qué fascinaba tanto hablar/escuchar del reino de Dios? ¿Qué era lo que atraía y al mismo tiempo causaba temor?
Jesús y el reino de Dios
Aun cuando el reino de Dios fue muy importante para Jesús y estuvo siempre presente en su mensaje, sin embargo, nunca intentó una definición definitiva, parecía como que andaba tentando una. En ninguna parte de los evangelios se puede leer una definición acabada del reino, siempre se le presenta como en construcción. Esto se puede entender de dos maneras: 1) que Jesús sí sabía que existía una definición pero disentía con ella y buscaba subvertirla para proponer otra 2) o que Jesús no tenía ni idea de su significado y especulaba. Sobre este punto existe mucha discusión al respecto, discusión que no pretendo abordar en este espacio. Pero una cosa está clara, aun cuando Jesús no intentó una definición definitiva sobre el reino, sin embargo, se esforzó por iluminar su significado. Sus frases favoritas fueron: “el reino de Dios es semejante a…”, “el reino de Dios es como…”
Según el evangelio de Marcos, Jesús, después de ser bautizado por Juan y de regresar del desierto fortalecido por el Espíritu, inició su ministerio “predicando el evangelio del reino de Dios” (v. 14). Para que este dato sea colocado como señal del comienzo del ministerio de Jesús es porque el autor lo consideró in extremis relevante. ¡Y vaya que lo era! Sólo en Mr. el término “reino de Dios” aparece 20 veces y en los evangelios sinópticos 121 veces.
El reino de Dios era tan importante para Jesús que hasta podríamos decir que era de lo único de lo que hablaba. Lo proclamó en todos los foros, ante todos los públicos, usando un sin números de formas creativas. Cada vez que Jesús hablaba del reino su audiencia iba en aumento. Es que el reino de Dios no sólo era importante para Jesús, lo era también para sus oyentes; de la misma manera que lo era para el autor del evangelio de Marcos y sus lectores. Pero, el reino de Dios no sólo despertaba expectativas en los oyentes/lectores también provocaba temor y en ocasiones la muerte.
Ante eso cabe preguntarse ¿por qué fascinaba tanto hablar/escuchar del reino de Dios? ¿Qué era lo que atraía y al mismo tiempo causaba temor?
Jesús y el reino de Dios
Aun cuando el reino de Dios fue muy importante para Jesús y estuvo siempre presente en su mensaje, sin embargo, nunca intentó una definición definitiva, parecía como que andaba tentando una. En ninguna parte de los evangelios se puede leer una definición acabada del reino, siempre se le presenta como en construcción. Esto se puede entender de dos maneras: 1) que Jesús sí sabía que existía una definición pero disentía con ella y buscaba subvertirla para proponer otra 2) o que Jesús no tenía ni idea de su significado y especulaba. Sobre este punto existe mucha discusión al respecto, discusión que no pretendo abordar en este espacio. Pero una cosa está clara, aun cuando Jesús no intentó una definición definitiva sobre el reino, sin embargo, se esforzó por iluminar su significado. Sus frases favoritas fueron: “el reino de Dios es semejante a…”, “el reino de Dios es como…”
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhh5OihPLQOK5_WI85aOT2EfN9oXu3x_9lxBJALakDWBbqYF2dOEbrWaiFbuOkdfSG_0pHJ2y0PVs0PmmDqHJlm3Rvm4xCdzn7KNC1UDBe8lNqbtNJwj5z4L_gl4rDwbw-S4JdK_L-Yk96Z/s320/Papiro.jpg)
Intentar una definición teórica-filosófica con un público compuesto mayoritariamente por campesinos y gente analfabeta no sólo no tenía sentido, sino que era demasiado complicado. Por eso, Jesús prefirió hablarles del reino en parábolas, en metáforas, en alegorías. Las imágenes que usó eran poderosas, vivas y, sobre todo, eran conocidas por sus oyentes. Mediante esas imágenes Jesús buscó iluminar su sentido último y al mismo tiempo les daba pistas para que pudieran descubrir por ellos mismos el sentido del reino de Dios.
Si Jesús no intentó una definición definitiva del reino no fue porque no lo sabía ¡claro que lo sabía! Esa aparente indefinición escondía un propósito pedagógico: buscaba que cada uno de sus oyentes lo descubriera por sí mismo para que luego lo anunciara. Y es que el reino de Dios es un proceso: primero se des-cubre, luego se anuncia y junto a ello se construye. Bueno, hasta aquí todo bien, pero nos queda una pregunta más ¿cómo se des-cubre el reino de Dios? ¿Cómo se deja uno des-cubrir por él? ¿Cuál es la clave que desata todo el proceso de ese mutuo des-cubrimiento? Hay buenas noticias. ¡¡Existe una clave secreta!! Esa clave secreta se llama COMPROMISO, y más específicamente compromiso social.
La clave: el compromiso social
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Jesús es el mejor ejemplo del auténtico compromiso social. Él no eligió comprometerse con el templo, ni eligió comprometerse con la doctrina de los fariseos o maestros de la ley, es decir, no eligió un compromiso eclesiástico, ni un compromiso legal y político. Tampoco eligió comprometerse con los ritos culticos ni la casta de sacerdotes, es decir, no eligió comprometerse con el poder religioso. Es más, Jesús ni siquiera eligió comprometerse con el poder, todo lo contrario, eligió comprometerse con el no-poder. Él eligió comprometerse con los pobres, con los marginados, con los que sufrían injusticias; se comprometió con los que amaban a Dios y a quien Dios amaba. Fueron los pobres los que, precisamente, hicieron que Jesús des-cubriera el reino y al des-cubrir su reino des-cubrió también a su Dios al que llamó Padre. Pero, fue el reino de Dios el que lo des-cubrió primero a él e hizo que se comprometiera con los pobres y marginados de su sociedad.
El compromiso social exige salirse de uno mismo y colocarse en el lugar del otro (de los otros), exige vaciarse de los egoísmos y llenarse de compasión, exige renunciar a los prejuicios que dividen y disponerse a construir relaciones nuevas de amor y confianza. Sólo si se opta por la radicalidad del compromiso social es que Dios se revelará y revelará el sentido último de su reino que es amor y justicia.
Entonces, el compromiso social es una opción. Es decir, no estamos obligados a elegirlo, pero, si queremos des-cubrir, anunciar y construir el reino de Dios no tenemos otra alternativa, es el único camino que nos enseñó Jesús. Por otra parte, el compromiso social brinda el espacio para pensar/sentir a Dios de otra manera, es decir “ubica” al cristiano en un lugar preferencial para recibir una revelación renovada de Dios. Él ya no es más el Dios que habita en los templos materiales y que está pendiente que nuestra conducta moral sea intachable. Ahora es el Dios que interpela a través de los pobres y que demanda trabajar por la justicia. Por último, el compromiso social marca la ruta por el que debe transitar la iglesia. El compromiso social nos señala el camino que sigue el reino de Dios.
¿Qué hacer?
No es difícil saber lo que queda por hacer. La pregunta más bien sería ¿quiero realmente que Dios me revele el sentido de su reino? Si la respuesta es afirmativa la siguiente pregunta sería ¿dónde ubico mi compromiso social? Creo, sinceramente, que esta pregunta tampoco será difícil de responderla. Existen muchos lugares donde ubicar nuestro compromiso social. Sólo basta con leer los diarios o mirar los noticieros para darnos cuenta del espiral de violencia en el que ha caído la sociedad; o caminar por las calles nocturnas de Lima para ver el grado de deshumanización al que nos ha sometido el sistema capitalista y consumista. Es lamentable encontrar a ancianos sin hogar; niños y niñas “pirañas” que sobreviven a duras penas; adolescentes prostituyéndose por un pedazo de pan; jóvenes robando para drogarse y así cubrir su dolor. Todo esto envuelto en el manto de la corrupción política, la ambición desmedida de las empresas, la indiferencia social y los fundamentalismos religiosos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiWah3P3VNWocvBVJftbYTswlHBgt88QIaLyCPMJh-CHwooNPJwiHHLkUZGkS1sxljDKqmNODuLFPDxppSu3o_rVmjhNc_GmeK3wtwRUGhSmUnyf2AF8j2JdQ3ciDvk5JCm1alJlgOAMHxZ/s320/Un+techo+para+mi+pa%25C3%25ADs.jpg)
Es decir, existen muchos lugares donde ubicar el compromiso social, sólo hay que estar dispuestos a amar a Dios y al prójimo por sobre todas las cosas; sólo hay que estar dispuestos a no renunciar a la capacidad de indignación, a desear intensamente que se cumpla aquella vieja, pero aún vigente oración de Jesús: vénganos tu reino. Cuando deseemos intensamente la llegada del reino lo haremos porque amamos a los que sufren, a los marginados, a los despreciados y porque nos encontramos trabajando por la justicia y los derechos humanos. Sólo en medio de tales circunstancias responderemos, desde el fondo de nuestras entrañas ¡Sí, ven, Señor Jesús!
Conclusión
A modo de conclusión diremos que el reino de Dios, es para Jesús, el centro de su vida y su mensaje, no hizo ni dijo nada que no sea sobre ese reino y ese Dios. No lo aprendió teóricamente entre los rabinos de su tiempo, sino que lo aprendió por medio de la experiencia, es decir, mediante el compromiso social. Fue en medio de los pobres que el reino de Dios se le hizo real y realizable. Fue en medio de los pobres que lo des-cubrió y fue des-cubierto por él y luego lo anunció. En otras palabras, el reino de Dios nace de los pobres y va hacia los pobres rozando la mano de Dios.
Uno de los compromisos que hemos dejado de lado, sería importante volver la mirada hacia donde miró Jesús.
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