César Vallejo
(1892-1938), el poeta peruano más universal, escribió “La rueda del
hambriento” el cual se publicó un año después de su muerte.
Quiero usar las primeras líneas de este conmovedor poema para ilustrar
mi punto
en este artículo:
Por entre mis propios dientes salgo humeando,
dando voces, pujando,
bajándome los pantalones...
Váca mi estómago, váca mi yeyuno,
la miseria me saca por entre mis propios
dientes,
cogido con un palito por el puño de la
camisa.
La miseria es el tema central en este poema; la miseria y sus estragos en
el cuerpo y en el alma del desdichado, del empobrecido. La miseria no sólo fue
un problema grave en el tiempo de Vallejo, sino que lo sigue siendo hoy, sólo
que esta vez es muchísima más grave que antes. La miseria denigra, mata, envilece,
postra, embrutece. En otras palabras, la miseria deshumaniza y deshumaniza no
sólo a quien la sufre sino también a quien la provoca.
La situación miserable en la que históricamente han vivido nuestros pueblos
es, por un lado, una situación provocada, y por otro, la que sustenta las
comodidades y extravagancias de sus explotadores. En ese sentido, no exageran
quienes sostienen que la miseria de unos es el enriquecimiento de otros. El
binomio miseria-riqueza es la cara visible del actual modelo económico y
político que ha sido impuesto en la mayoría de países, sobre todo, en los
latinoamericanos.
Si la miseria es provocada, entonces, es posible de ser revertida.
No digo que sea una tarea fácil, digo que hay esperanza. Pero, la esperanza
tiene sentido cuando hay voluntad y, sobre todo, voluntades concertadas e
inspiradas por la misericordia y la solidaridad. En palabras teológicas sería, inspiradas en el Reino de Dios y en la estructura de la vida y práctica de Jesús.
Cuando hablamos de transformación, hablamos
de realidad histórica, hablamos de situaciones provocadas que matan,
pero que son posibles de ser revertidas. No estamos hablando de iglesias, de
pastores, de doctrina, estamos hablando de seres humanos que sufren, de hombres
y mujeres, adultos y niños que son tratados oprobiosamente, es decir, como si
no fueran personas. Esto es más grave aún que no ser considerado ciudadano.
Visto de esta manera la transformación de la realidad nos lleva inexorablemente al plano
político. El espacio político es clave para decidir el rumbo que tomarán los
países. Es clave para hacer las transformaciones que se requieren o para mantener
el status quo. Si queremos participar en la transformación de la realidad, que
en el fondo es la recuperación de la vida en su plenitud, hay que entrar en los
espacios políticos sin miedos ni complejos. Por espacio político no me refiero
necesariamente a los partidos políticos, sino a todos aquellos espacios donde
se puede ejercer el poder de la ciudadanía. Los cambios que se han empezado a
dar en algunos países árabes, conocidos como “la primavera árabe”, no vienen de
jóvenes que militan en partidos políticos, sino de ciudadanos que están hartos
del modelo de “democracia” que los partidos políticos tienen.
Si estamos pensando en transformar la realidad, me
pregunto ¿estamos preparados para eso? Cuando en los foros juveniles evangélicos se habla de transformación se debate sobre Iglesia, Biblia, hermenéutica. Tengo la impresión que la temática no se ha innovado y se sigue insistiendo en lo mismo de siempre. Los jóvenes evangélicos se siguen mirando al ombligo y pretenden encontrar allí su horizonte de transformación de la realidad y no terminan de darse cuenta que la realidad demanda entrar en los espacios políticos. Me pregunto si la Biblia o la Iglesia o, más preciso, la religión
sigue gozando del prestigio que gozaba antaño para ser considerado un actor
relevante en la transformación. Me pregunto también si la religión sigue siendo una
fuente de sentido, y si lo es, ¿para quién lo es?.
La juventud actual que quiere cambios no acude a sus iglesias a salvaguardar su esperanza, ni mucho menos encuentra en la religión el aliado estratégico para impulsar la transformación, todo lo contrario, la perciben como aliada del poder, legitimadora de sus privilegios y justificadora de la opresión y discriminación de los pobres. Me pregunto ¿los cambios que
requieren nuestras sociedades pasan por lo que dice la iglesia, por lo que
dicen sus autoridades, por lo que dicen sus doctrinas? Sinceramente, tengo mis
dudas.
Gracias por publicar este articulo de Reflexion, ahora los jovenes estamos mas activos ya no solo somos los que esperan a escuchar lo q dicen los mayores o a esperar sentados que cosa es lo que puede suceder sino que ahora somos agentes de accion y de cambio donde si vemos que hay abuso lo denunciamos, si alguien es acusado injustamente lo defendemos pese a lo q venga no nos importa lo que tentremos que pasar por defender lo que creemos justo, estamos cansados de ver q el mas fuerte prevalesca sobre el debil - llego el tiempo de decir: No mas pero me quedo con tu frase que dice " La esperanza tiene sentido cuando hay voluntad " mientras haya voluntaad hay esperanza , hay esperanza de que las personas volvamos a creer y hacer mejores personas para que todo lo malo encuentre su fin necesitamos recordar que eramos buenos..
ResponderEliminar¿necesitamos recordar que eramos buenos? necesitamos recordar que eramos buenos... que linda frase, me da un sacudon y me lleva a buscar recuerdos de niño, no encuentro nada :( pero volteo y veo la mirada de mi hijo y comtemplo su inocencia, su ternura y soy testigo de su sincero amor, tal eso nos falta ahora para cambiar la realidad de latinoamerica y el mundo, volvernos más humanos, pensar y actuar con la naturalidad e inocencia de un niño, sin malicias, sin maldad, sin prejuicios,etc.
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